cantico spirituale A

 

cantico spirituale B

 

Canciones entre el alma y el esposo

Strofe tra l’anima e lo sposo

Canciones entre el alma y el esposo

Strofe tra l’anima e lo sposo

 

(esposa)

 

  ¿Adónde te escondiste,

amado, y me dejaste con gemido?

Como el ciervo huiste,

habiéndome herido;

salí tras ti, clamando, y eras ido.          

 

  Pastores, los que fuerdes

allá, por las majadas, al otero,

si por ventura vierdes

aquél que yo más quiero,

decidle que adolezco, peno y muero.          

 

  Buscando mis amores,

iré por esos montes y riberas;

ni cogeré las flores,

ni temeré las fieras,

y pasaré los fuertes y fronteras.            

 

(Pregunta a las Criaturas)

 

  ¡Oh bosques y espesuras,

plantadas por la mano del amado!

¡Oh prado de verduras,

de flores esmaltado,

decid si por vosotros ha pasado!             

 

(Respuesta de las Criaturas)

 

  Mil gracias derramando,

pasó por estos sotos con presura,

y yéndolos mirando,

con sola su figura

vestidos los dejó de hermosura.              

 

(esposa)

 

  ¡Ay, quién podrá sanarme!

Acaba de entregarte ya de vero;

no quieras enviarme

de hoy más ya mensajero,

que no saben decirme lo que quiero.          

 

  Y todos cantos vagan,

de ti me van mil gracias refiriendo.

Y todos más me llagan,

y déjame muriendo

un no sé qué que quedan balbuciendo.         

 

  Mas ¿cómo perseveras,

oh vida, no viviendo donde vives,

y haciendo, porque mueras,

las flechas que recibes,

de lo que del amado en ti concibes?          

 

  ¿Por qué, pues has llagado

aqueste corazón, no le sanaste?

Y pues me le has robado,

¿por qué así le dejaste,

y no tomas el robo que robaste?               

 

  Apaga mis enojos,

pues que ninguno basta a deshacellos,

y véante mis ojos,

pues eres lumbre dellos,

y sólo para ti quiero tenellos.              

 

  ¡Oh cristalina fuente,

si en esos tus semblantes plateados,

formases de repente

los ojos deseados,

que tengo en mis entrañas dibujados!         

 

  ¡Apártalos, amado,

que voy de vuelo!

 

(esposo)

 

                   Vuélvete, paloma,

que el ciervo vulnerado

por el otero asoma,

al aire de tu vuelo, y fresco toma.          

 

(esposa)

 

  ¡Mi amado, las montañas,

los valles solitarios nemorosos,

las ínsulas extrañas,

los ríos sonorosos,

el silbo de los aires amorosos;              

 

  la noche sosegada,

en par de los levantes de la aurora,

la música callada,

la soledad sonora,

la cena que recrea y enamora;                

 

  nuestro lecho florido,

de cuevas de leones enlazado,

en púrpura tendido,

de paz edificado,

de mil escudos de oro coronado!              

 

  A zaga de tu huella,

las jóvenes discurran al camino;

al toque de centella,

al adobado vino,

emisiones de bálsamo divino.                 

 

  En la interior bodega

de mi amado bebí, y cuando salía,

por toda aquesta vega,

ya cosa no sabía

y el ganado perdí que antes seguía.          

 

  Allí me dio su pecho,

allí me enseñó ciencia muy sabrosa,

y yo le di de hecho

a mí, sin dejar cosa;

allí le prometí de ser su esposa.            

 

  Mi alma se ha empleado,

y todo mi caudal, en su servicio;

ya no guardo ganado,

ni ya tengo otro oficio,

que ya sólo en amar es mi ejercicio.         

 

  Pues ya si en el ejido

de hoy más no fuere vista ni hallada,

diréis que me he perdido;

que andando enamorada,

me hice perdidiza, y fui ganada.             

 

  De flores y esmeraldas,

en las frescas mañanas escogidas,

haremos las guirnaldas

en tu amor florecidas,

y en un cabello mío entretejidas:            

 

  en sólo aquel cabello

que en mi cuello volar consideraste;

mirástele en mi cuello,

y en él preso quedaste,

y en uno de mis ojos te llagaste.            

 

  Cuando tú me mirabas,

tu gracia en mí tus ojos imprimían;

por eso me adamabas,

y en eso merecían

los míos adorar lo que en ti vían.           

 

  No quieras despreciarme,

que si color moreno en mí hallaste,

ya bien puedes mirarme,

después que me miraste,

que gracia y hermosura en mí dejaste.        

 

  Cogednos las raposas,

que está ya florecida nuestra viña,

en tanto que de rosas

hacemos una piña,

y no parezca nadie en la montiña.            

 

  Deténte, cierzo muerto;

ven, austro, que recuerdas los amores,

aspira por mi huerto,

y corran sus olores,

y pacerá el amado entre las flores.          

 

(esposo)

 

  Entrado se ha la esposa

en el ameno huerto deseado,

y a su sabor reposa,

el cuello reclinado

sobres los dulces brazos del amado.          

 

  Debajo del manzano,

allí conmigo fuiste desposada,

allí te di al mano,

y fuiste reparada

donde tu madre fuera violada.                

 

  O vos, aves ligeras,

leones, ciervos, gamos saltadores,

montes, valles, riberas,

aguas, aires, ardores

y miedos de las noches veladores,            

 

  por las amenas liras

y canto de serenas os conjuro

que cesen vuestras iras

y no toquéis al muro,

porque la esposa duerma más seguro.          

 

(esposa)

 

  Oh ninfas de Judea,

en tanto que en las flores y rosales

el ámbar perfumea,

morá en los arrabales,

y no queráis tocar nuestros umbrales.        

 

  Escóndete, carillo,

y mira con tu haz a las montañas,

y no quieras decillo;

mas mira las compañas

de la que va por ínsulas extrañas.           

 

(esposo)

 

  La blanca palomica

al arca con el ramo se ha tornado,

y ya la tortolica

al socio deseado

en las riberas verdes ha hallado.            

 

  En soledad vivía,

y en soledad he puesto ya su nido,

y en soledad la guía

a solas su querido,

también en soledad de amor herido.           

 

(esposa)

 

  Gocémonos, amado,

y vámonos a ver en tu hermosura

al monte o al collado

do mana el agua pura;

entremos más adentro en la espesura.         

 

  Y luego a las subidas

cavernas de la piedra nos iremos,

que están bien escondidas,

y allí nos entraremos,

y el mosto de granadas gustaremos.            

 

  Allí me mostrarías

aquello que mi alma pretendía,

y luego me darías

allí tú, vida mía,

aquello que me diste el otro día:            

 

  el aspirar del aire,

el canto de la dulce filomena,

el soto y su donaire,

en la noche serena

con llama que consume y no da pena;          

 

  que nadie lo miraba,

Aminadab tampoco parecía,

y el cerco sosegaba,

y la caballería

a vista de las aguas descendía.              

 

 

(La sposa)

 

Dove ti nascondesti,

in gemiti lasciandomi, o Diletto?

Come il cervo fuggisti,

dopo avermi ferito;

ti uscii dietro gridando: ti eri involato!

 

Pastori, voi che andate

di stazzo in stazzo fino all'alto colle,

se per caso incontrate

chi più di ogni altro bramo,

ditegli che languisco, soffro e muoio.

 

In cerca del mio amore,

andrò per questi monti e queste rive;

non coglierò mai fiore,

non temerò le fiere,

supererò i forti e le frontiere.

 

 

 

O boschi e selve ombrose

piantate dalla mano dell'Amato!

O prato verdeggiante

di bei fiori smaltato!

Ditemi se attraverso voi è passato.

 

(Risposta delle creature)

 

Mille grazie spargendo

passò per questi boschi con snellezza,

e, mentre li guardava,

solo con il suo sguardo

adorni li lasciò d'ogni bellezza.

 

(La sposa)

 

Ah! chi potrà sanarmi?

Finisci di donarti a me davvero;

non mi inviar da oggi

in poi alcun messaggero

il qual dirmi non sa quel che io chiedo.

 

Tutti color che vagano

mille grazie di te mi van narrando,

e tutti più mi piagano,

mi fa quasi morire

un non so che, che dicon balbettando.

 

Ma come tu resisti,

o vita, non vivendo dove vivi,

bastando perché muoia

le frecce che ricevi

da ciò che dall'Amato tu capisci?

 

Dopo avere piagato

questo mio cuor, perché non lo sanasti?

Giacché me l'hai rubato,

così perché il lasciassi,

senza prender con te quel che rubasti?

 

Estingui le mie pene,

che nessuno ha il potere di eliminare,

ti veggan gli occhi miei,

poiché sei loro luce,

che per te solo bramo conservare.

 

O fonte cristallina,

se in questi tuoi sembianti inargentati

formassi all'improvviso

gli occhi desiati,

che tengo nel mio interno disegnati!

 

Allontanali, Amato,

ché passo a volo!

 

(Lo Sposo)

 

Volgiti, o colomba,

poiché il cervo ferito

sull'alto colle spunta

all'aura del tuo volo e il fresco prende.

 

(La sposa)

 

L'Amato è le montagne,

le valli solitarie e ricche d'ombra,

le isole remote,

le acque rumorose,

il sibilo delle aure amorose;

 

è come notte calma

molto vicina al sorger dell'aurora,

musica silenziosa,

solitudin sonora,

è cena che ristora e che innamora.

 

Fiorito è il nostro letto,

da tane di leoni circondato,

da porpora protetto,

in pace edificato,

di mille scudi d'oro incastonato.

 

Dietro le tue vestigia

le giovani scorrazzan pel cammino,

al tocco di scintille,

al rinforzato vino,

emissioni di balsamo divino.

 

Nell'intima cantina

io bevvi dell'Amato, quindi uscita

alla pianura bella,

tutto dimenticai,

anche il gregge smarrii, prima seguito.

 

Lì mi dette il suo petto,

lì una scienza mi infuse saporosa,

ed io a lui mi detti,

senza tralasciar cosa,

e gli promisi allor d'esser sua sposa.

 

L'anima mia si è data,

tutti i miei beni sono a suo servizio,

non pasco più la greggia,

non ho più altra cura,

ché solo nell'amare è il mio esercizio.

 

Se da oggi nel prato

non sarò più né vista né trovata,

dite mi son smarrita,

che, essendo innamorata,

mi son persa volendo e ho guadagnato.

 

Di smeraldi e di fiori,

nella frescura del mattino scelti,

intesserem ghirlande,

nell'amor tuo fiorite

e con un mio capello intrecciate.

 

Da quel solo capello

che volar sul mio collo tu guardasti,

sul mio collo mirasti,

preso tu rimanesti,

da un occhio mio piagare e ti lasciasti.

 

Quando tu mi miravi,

lor grazia in me imprimevan gli occhi tuoi,

di più uindi mi amavi,

perciò in te meritavano

gli occhi miei adorar quanto vedevano.

 

Non voler disprezzarmi,

se di colore bruno mi hai trovata

ormai puoi ben mirarmi

dopo avermi guardata,

e grazia e beltà in me aver lasciata.

 

Prendeteci le volpi,

ché fiorità è ormai la nostra vigna;

mentre che noi di rose

intrecciamo una pina,

non compaia nessun sulla collina.

 

Fermati, o borea morto,

austro vieni, che susciti gli amori,

spira per il mio orto,

sì che corran gli odori

e l'Amato si pasca in mezzo ai fiori.

 

(Lo Sposo)

 

Entrata ormai è la sposa

nel già desiato giardinetto ameno,

a suo piacer riposa,

il collo reclinato

sopra le dolci braccia dell'Amato.

 

Di un melo sotto i rami

quivi da me tu fosti disposata,

là ti porsi la mano,

e fosti risanata

colà dove tua madre fu violata.

 

O voi, agili uccelli,

leoni, cervi, daini saltatori,

monti, riviere, valli,

acque, aure, ardori,

e delle notti vigili timori:

 

Per le soavi lire

e il canto di sirene io vi scongiuro,

cessino le vostre ire,

non mi toccate il muro,

perché la sposa dorma più al sicuro.

 

(La sposa)

 

O ninfe di Giudea,

mentre che in mezzo ai fiori e ai roseti

l'ambra sparge il profumo,

nei borghi dimorate,

toccar le soglie nostre non volgiate.

 

Nasconditi, o Diletto,

e volgi la tua faccia alle montagne,

e non voler parlarne,

ma guarda le campagne

di che sen va per isole straniere.

 

(Lo Sposo)

 

La bianca colombella

col ramoscello all'ara è ritornata,

e già la tortorella

il suo compagno amato

lungo il verde ruscello ha ritrovato.

 

Nel deserto viveva

e nel deserto ha fatto già il suo nido,

nel deserto la guida

da solo il suo Diletto,

nel deserto anch'ei d'amor ferito.

 

(La sposa)

 

Godiam l'un l'altro, Amato,

in tua beltà a contemplarci andiamo,

sul monte e la collina,

dove acqua pura sgorga;

dove è più folto dentro penetriamo.

 

E quindi alle profonde

caverne della pietra cene andremo,

che sono ben celate,

colà noi entreremo,

di melagrana il succo gusteremo.

 

Colà mi mostrerai

quanto da te voleva l'alma mia,

e tosto mi darai

colà tu, vita mia,

quello che l'altro giorno mi donasti:

 

Dell'aura lo spirare,

del soave usignolo il dolce canto,

il bosco e la sua grazia,

nella notte serena,

con fiamma che consuma e non dà pena.

 

Nessuno la mirava...

neppure Aminadab compariva...

l'assedio ormai sotava...

e la cavalleria 

alla vista delle acque discendeva... 

 

 

 

 

 

¿Adònde te escondiste,

Amato, y me dejaste con gemido?

Como el ciervo huiste,

habiendome herido;

salì tras ti clamando, y eras ido.

 

Pastores, los que fuerdes

allà por las majadas al otero,

si por ventura vierdes

aquel que yo mas quiero,

decilde que adolezco, peno y muero.

 

Buscando mis amores,

iré por esos montes y riberas;

ni cogeré las flores,

ni temere las fieras,

y pasaré los fuertes y fronteras:

   

¡Oh bosques y espesuras,

plantadas por la mano del Amado!

¡Oh prado de verduras,

de flores esmaltado!

Decid si por vosotros ha pasado.

 

Mil gracias derramando

pasò por estos sotos con presura,

y, yéndolos mirando,

con sola sua figura

vestidos los dejò de hermosura.

 

¡Ay, quìen podrà sanarme!

Acaba de entregarte ya de vero;

no quieras enviarme

de hoy màs ya mensajero,

que no saben decirme lo que quiero.

 

Y todos cuantos vagan

de ti me van mil gracias refiriendo,

y todos màs me llagan,

y déjame muriendo

un no sé qué que quedan balbuciento.

 

mas ¿còmo perseveras,

¡òh vida!, no viviendo donde vives,

y haciendo porque mueras

las flechas que recibes

de lo que del Amado en ti concibes?

 

¿Por qué, pues has llagado

aqueste corazòn, no le sanaste?

Y, pues me le has robado,

¿por qué asì le dejaste,

y no tomas el robo que robaste?

 

Apaga mis enojos,

pues que ninguno basta a deshacellos,

y véante mis ojos,

pues eres lumbre dellos,

y sòlo para ti quiero tenellos.

                                     

Descubre tu presencia,

y màteme tu vista y hermosura;

mira que la dolencia

de amor, que no se cura

sino con la presencia y la figura.

 

¡Oh cristallina fuente,

si en esos tus semblantes plateados

formases de repente

los ojos deseados

que tengo en mis entrañas dibujados!

 

¡Apàrtalos, Amado,

que voy de vuelo!

 

              Vuélvete, paloma,

que el ciervo vulnerado

por el otero asoma

al aire de tu vuelo, y fresco toma.

 

Mi Amado, las montañas,

los valles solitarios nemorosos,

las ìnsulas extrañas,

los rìos sonoros,

el silbo de los aires amorosos,

 

la noche sosegada

en par de los levantes del aurora,

la mùsica callada,

la soledad sonora,

la cena que recrea y ennamora.

 

Cazadnos las raposas,

que està ya florecida nuestra viña,

en tanto que de rosas

hacemos una piña,

y no parezca nadie en la montiña.

 

Detente, cierzo muerto;

ven, austro, que recuerdas los amores,

aspira por mi huerto,

y corran sus olores

y pacerà el Amado entre las flores.

 

¡Oh ninfas de Judea!,

en tanto que en las flores y rosales

el àmbar perfumea,

morà en los arrabales,

y no queràis tocar nuestros umbrales.

 

Escòndete, Carillo,

y mira con tu haz a las montañas,

y no quieras decillo;

mas mira las compañas 

de la que va por ìnsulas extrañas.

 

A las aves ligeras,

leones, ciervos, gamos saltadores,

montes, valles, riberas,

aguas, aires, ardores

y miedos des la noches veladores.

 

Por las amenas liras

y canto de sirena os conjuro

que cesen vuestras iras,

y no toquéis al muro,

porque la Esposa duerma màs seguro.

 

Entrado se ha la Esposa

en el ameno huerto deseado,

y a su sabor reposa

el cuello reclinado

sobre los dulces brazoz del Amado.

 

Debajo del manzano,

++++++++++

allì te di la mano,

y fuiste reparada

donde tu madre fuera violada.

 

Nuestro lecho florido,

de cuevas de leones enlazado,

en pùrpura tendido,

dee paz edificado,

de mil escudos de oro coronado.

 

A zaga de tu Huella 

las jòvenes discurren al camino,

al toque de centella,

al adobado vino,

emisiones de bàlsamo divino.

 

En la interior bodega

de mi amado bebì, y cuando salìa

por toda aquesta vega,

ya cosa no sabìa;

y el ganado perdì que antes seguìa.

 

Allì me dio su pecho,

allì me enseñò ciencia muy sabrosa,

y yo le di de hecho

a mì sin dejar cosa;

allì le prometì de ser su Esposa.

 

Mi alma se ha empleado,

y todo mi caudal, en su servicio;

ya no guardo ganado,

ni ya tengo otro oficio,

que ya sòlo en amar es mi ejercicio.

 

Pues ya si en el ejido

de hoy màs no fuere vista ni hallada,

diréis que me he perdido;

que, andando enamorada,

me hice perdidiza, y fui ganada.

 

De flores y esmeraldas,

en las frescas mañanas escogidas,

haremos las guirnaldas

en tu amor florecidas

y en un cabello mìo entretejidas.

 

En solo aquel cabello

que en mi cuello volar consideraste,

mirastele en mi cuello,

y en él preso quedaste,

y en uno de mis ojos te llagaste.

 

Cuando tù me mirabas,

su gracia en mì tus ojos imprimìan;

por eso me adamabas,

y en eso merecìan

los mìos adorar lo que en ti vìan.

 

No quieras despreciarme,

que, si color moreno en mì hallaste,

ya bien puedes mirarme

después que me miraste,

que gracia y hermosura en mì dejaste.

 

La blanca palomica

al arca con el ramo se ha tornado;

y ya la tortolica

al socio deseado

en las riberas verdes ha hallado.

 

En soledad vivìa,

y en soledad ha puesto ya su nido;

y en soledad la guìa

a solas su querido,

también en soledad de amor herido.

 

Gocémonos, Amado,

y vàamonos a ver en tu hermosura

al monte y al collado,

do mana el agua pura;

entremos màs adentro en la espesura.

 

Y luego a las subidas

cavernas de la piedra nos iremos,

que estàn bien escondidas,

y allì nos entraremos,

y el mosto de granadas gustaremos.

 

Allì me mostrarìas

aquello que mi alma pretendìa,

y luego me darìas

allì, tu, vida mìa,

aquello que me diste el otro dìa:

 

El aspirar del aire,

el canto de la dulce filomena,

el soto y su donaire,

en la noche serena,

con llama que consume y no da pena.

 

Que nadie lo miraba,

Aminadab tampoco parecìa,

y el cerco sosegaba,

y la caballerìa

a vista de las aguas descendìa.

 

 

 

 

Dove ti nascondesti,

in gemiti lasciandomi, o Diletto?

Come il cervo fuggisti,

dopo avermi ferito;

ti uscii dietro gridando: ti eri involato.

 

Pastori, voi che andate

di stazzo in stazzo fino all'alto monte,

se per caso incontrate

chi più di ogni altro bramo,

ditegli che languisco, soffro e muoio.

 

In cerca del mio amore,

andrò per questi monti e queste rive;

non coglierò mai fiore,

non temerò le fiere,

supererò i forti e le frontiere.

 

O boschi e selve ombrose

piantate dalla mano dell'Amato!

O prato verdeggiante

di bei fiori smaltato!

Ditemi se attraverso voi è passato.

 

Mille grazie spargendo

passò per questi boschi con snellezza,

e, mentre li guardava,

solo con il suo sguardo

adorni li lasciò d'ogni bellezza.

 

Ah! chi potrà sanarmi?

finisci di donarti a me davvero;

non mi inviar da oggi

in poi alcun messaggero

il qual dirmi non sa quel che io chiedo.

 

Tutti color che vagano

mille grazie di te mi van narrando,

e tutti più mi piagano,

mi fa quasi morire

un non so che, che dicon balbettando.

 

Ma come tu resisti,

o vita, non vivendo dove vivi,

bastando perché muoia

le frecce che ricevi

da ciò che dall'Amato tu capisci?

 

Dopo avere piagato

questo mio cuor, perché non lo sanasti?

Giacché me l'hai rubato,

così perché il lasciassi,

senza prender con te quel che rubasti?

 

Estingui le mie pene,

che nessuno ha il potere di eliminare,

ti veggan gli occhi miei,

poiché sei loro luce,

che per te solo bramo conservare.

 

Scopri la tua presenza,

mi uccida la tua vista e tua bellezza,

sai che la sofferenza

di amore non si cura

se non con la presenza e la figura.

 

O fonte cristallina,

se in questi tuoi sembianti inargentati

formassi all'improvviso

gli occhi desiati,

che tengo nel mio interno disegnati!

 

Allontanali, Amato,

ché passo a volo!

 

Volgiti, o colomba,

poiché il cervo ferito

sull'alto colle spunta

all'aura del tuo volo e il fresco prende.

 

L'Amato è le montagne,

le valli solitarie e ricche d'ombra,

le isole remote,

le acque rumorose,

il sibilo delle aure amorose;

 

è come notte calma

molto vicina al sorger dell'aurora,

musica silenziosa,

solitudin sonora,

è cena che ristora e che innamora.

 

Prendeteci le volpi,

ché fiorità è ormai la nostra vigna;

mentre che noi di rose

intrecciamo una pina,

non compaia nessun sulla collina.

 

Fermati, o borea morto,

austro vieni, che susciti gli amori,

spira per il mio orto,

sì che corran gli odori

e l'Amato si pasca in mezzo ai fiori.

 

O ninfe di Giudea,

mentre che in mezzo ai fiori e ai roseti

l'ambra sparge il profumo,

nei borghi dimorate,

toccar le soglie nostre non volgiate.

 

Nasconditi, o Diletto,

e volgi la tua faccia alle montagne,

e non voler parlarne,

ma guarda le campagne

di che sen va per isole straniere.

 

O voi, agili uccelli,

leoni, cervi, daini saltatori,

monti, riviere, valli,

acque, aure, ardori,

e delle notti vigili timori:

 

per le soavi lire

e il canto di sirene io vi scongiuro,

cessino le vostre ire,

non mi toccate il muro,

perché la sposa dorma più al sicuro.

 

Entrata ormai è la sposa

nel già desiato giardinetto ameno,

a suo piacer riposa,

il collo reclinato

sopra le dolci braccia dell'Amato.

 

Di un melo sotto i rami

quivi da me tu fosti disposata,

là ti porsi la mano,

e fosti risanata

colà dove tua madre fu violata.

  

Fiorito è il nostro letto,

da tane di leoni circondato,

da porpora protetto,

in pace edificato,

di mille scudi d'oro incastonato.

 

Dietro le tue vestigia

le giovani scorrazzan pel cammino,

al tocco di scintille,

al rinforzato vino,

emissioni di balsamo divino.

 

Nell'intima cantina

io bevvi dell'Amato, quindi uscita

alla pianura bella,

tutto dimenticai,

anche il gregge smarrii, prima seguito.

 

Lì mi dette il suo petto,

lì una scienza mi infuse saporosa,

ed io a lui mi detti,

senza tralasciar cosa,

e gli promisi allor d'esser sua sposa.

 

L'anima mia si è data,

tutti i miei beni sono a suo servizio,

non pasco più la greggia,

non ho più altra cura,

ché solo nell'amare è il mio esercizio.

 

Se da oggi nel prato

non sarò più né vista né trovata,

dite mi son smarrita,

che, essendo innamorata,

mi son persa volendo e ho guadagnato.

 

Di smeraldi e di fiori,

nella frescura del mattino scelti,

intesserem ghirlande,

nell'amor tuo fiorite

e con un mio capello intrecciate.

 

Da quel solo capello

che volar sul mio collo tu guardasti,

sul mio collo mirasti,

preso tu rimanesti,

da un occhio mio piagare e ti lasciasti.

 

Quando tu mi miravi,

lor grazia in me imprimevan gli occhi tuoi,

di più uindi mi amavi,

perciò in te meritavano

gli occhi miei adorar quanto vedevano.

 

Non voler disprezzarmi,

se di colore bruno mi hai trovata

ormai puoi ben mirarmi

dopo avermi guardata,

e grazia e beltà in me aver lasciata.

 

La bianca colombella

col ramoscello all'ara è ritornata,

e già la tortorella

il suo compagno amato

lungo il verde ruscello ha ritrovato.

 

Nel deserto viveva

e nel deserto ha fatto già il suo nido,

nel deserto la guida

da solo il suo Diletto,

nel deserto anch'ei d'amor ferito.

 

Godiam l'un l'altro, Amato,

in tua beltà a contemplarci andiamo,

sul monte e la collina,

dove acqua pura sgorga;

dove è più folto dentro penetriamo.

 

E quindi alle profonde

caverne della pietra cene andremo,

che sono ben celate,

colà noi entreremo,

di melagrana il succo gusteremo.

 

Colà mi mostrerai

quanto da te voleva l'alma mia,

e tosto mi darai

colà tu, vita mia,

quello che l'altro giorno mi donasti:

 

dell'aura lo spirare,

del soave usignolo il dolce canto,

il bosco e la sua grazia,

nella notte serena,

con fiamma che consuma e non dà pena.

 

Nessuno la mirava...

neppure Aminadab compariva...

l'assedio ormai sotava...

e la cavalleria

alla vista delle acque discendeva...